Café Iberia
CORRECCIÓN
Mantengo abajo el artículo original. Pero vale la pena decir que hace un par de semanas, me encontré abierto el Café Iberia. Lo habían reformado (no estoy de acuerdo con el rojo de las paredes, ni los candelabros que cuelgan del techo), y habían colgado una bandera republicana en el fondo. 5 años cerrado, y de repente me lo encuentro abierto. Eso es bueno para la ciudad, para su historia, para la nuestra, y para la Avenida de Mayo.
El artículo original:
Estos días estuve organizando las servilletas de café para hacer más libros. Ahí vi que del Café Iberia sólo me quedaba una, la separé, la pegué en mi cuaderno de trabajo como testimonio de una gran pérdida para la ciudad y para la historia de los españoles, sobre todo los exiliados republicanos, en Buenos aires.
Parece que el Iberia no resistió la pandemia y cerró por entonces. No ha vuelto a abrir como sí otros cafés—La Giralda y La Ópera, que fueron reformados más que restaurados, o La Paz, que fue destruido en favor de no sé qué cosa nueva perfectamente innecesaria. Los restaurantes pueden aparecer y desaparecer, pero los cafés clásicos son espacios de historia, casi de historia de las conversaciones que han tenido lugar en la ciudad.
La pérdida del Iberia es especialmente dolorosa porque fue el café de los republicanos. Cuenta la leyenda de que al terminar la Guerra Civil, los clientes del Alameda, que queda a contraesquina del Iberia por Avenida de Mayo y era el café de los fachas, cruzaron la calle, victoriosos y destruyeron el Iberia, dando de paso una buena paliza a los clientes. Meses más tarde, cuando empezaron a llegar los exiliados, muchos que habían estado en el frente y seguían con ganas de pelear, los clientes del Iberia les contaron lo que había pasado, y los exiliados se arremangaron las camisas, cruzaron la avenida y fueron e hicieron lo mismo en el Alameda. Sólo por esta historia me parece que vale la pena que sobrevivan estos dos cafés. A lo mejor, la desaparición del Iberia es una señal más de que, queramos o no, el mundo y la realidad siempre serán de derechas. (Lo cual no implica que haya que apuntarse.)